sábado, 26 de diciembre de 2015

Tiempo de verano

Casi amanecía.  
Todas las personas que amaba estaban muertas o dormidas.  
El ruido manso de la laguna golpeando contra las piedras de la orilla acunaba a la nostalgia como a un niño bello y frágil.

Yo estaba, como siempre, sin saber qué hacer. Esperando que vinieran a buscarme. Esperando que me pidieran algo. Esperando que resucitasen o despertasen. Pero nada de eso sucedía aquel amanecer de verano. 
En la casa se escuchaba la respiración de los que dormían y en el mato, entre las ramas húmedas, leves sacudidas de hojas y aleteos de pájaros. Quería imaginar que eran los fantasmas de mis amados pero sabía que no eran más que el augurio de un nuevo día, largo, denso, caliente, en que yo debería seguir viviendo sin ellos. 

No hay comentarios: