lunes, 15 de abril de 2013

Historias de la niña enojada. I) Pero


Pero

Tenía dos bombachas y un orgullo enorme. Por las noches colgaba la rosada en la ventanita del baño para que se secara. Además, tenía trece años, un enamorado con moto que dejaba flores en la puerta de casa todas las mañanas y una madre que escondía el vino atrás de la cortinilla de la cocina, al lado de los detergentes.
Pero más que nada, tenía un orgullo enorme.
Lo besaba a la vuelta del liceo pero no me gustaba el olor de su piel. Pero las flores eran robadas de jardines vecinos, y rojas, y yo me las colgaba del pelo y me reía.
Pero nadie debía descubrir lo de las dos bombachas. Y el cabello debía ir tirante y prolijo, la camisa del uniforme blanca con su pollera planchada, los títulos subrayados. Y el elástico estirado sostenido en la cintura con el de la pollera.
Ella estaba enferma. Pero los domingos hacíamos guiso de mondongo y venían todos a comer. Y nadie descorría la cortinilla de la cocina. Y me preguntaban por las notas y yo les respondía que las más altas. Y ella insistía: es la mejor de la clase. Pero después se iban.
Y esa noche colgábamos la blanca en la ventanita del baño.
A veces llovía.
Pero mi madre me besaba, me arreglaba la camisa y al llegar a la esquina volteaba y la veía haciéndome adiós con la mano levantada. Yo sentía la bombacha húmeda contra las nalgas. Pero ese día teníamos Literatura.
Y los días fueron pasando.
Pasó hace mucho
Pero