martes, 29 de abril de 2008

Desde los tilos hasta esta noche

Estoy entusiasmada con este asunto del blog. Todos los días lo abro y le hago retoques como si fuera una casa nueva a la que uno le va poniendo cortinas y cuadritos en las paredes. Entro y lo miro, ya no esperando alguna respuesta que como dije es prácticamente imposible que suceda (aunque he de decir que justamente esa entrega a la fortuna es lo que más me estimula), entro para verlo y pensar si sería más bonito que tuviera otra foto, otro color, otra letra y si talvez, la persona aquella que espero que lo encuentre, lo sentirá como un lugar acogedor donde quedarse un rato o como una de esas salas parecidas al comedor de mis abuelos. Era un lugar oscuro a donde nadie jamás entraba - allí recuerdo haber preparado mis exámenes de quinto humanístico hace muchos años - con unos muebles de madera oscura, lustrosa y patas torneadas por algún carpintero de Belvedere con ambiciones artísticas. Pasábamos por él para ir hasta el baño, pasaba por él para ir a mi dormitorio al fondo de la casa, pero nunca estábamos ahí porque no daban ganas. Estudié allí muy bien, en un silencio sobrecogedor como de iglesia, pero cuando terminaba de hacerlo recuerdo que salía corriendo hacia el jardín. A veces ya anochecía. Mi abuelo regaba; era un lugar hormigoneado con grandes canteros alrededor donde aquel viejo descendiente de tanos agricultores plantaba todo lo que podía: rosas, mates, orégano, jazmines, malva, tomillo, tomates, choclos, ruda. El agua de la regadera despertaba el perfume de todas aquellas plantas singulares, una inusitada colección quien sabe con qué similitud escondida (como la de los animales que Borges dice haber encontrado en una Enciclopedia China y que cita Eco en Las palabras y las cosas). Las regaba y yo lo acompañaba porque me encantaba estar cerca de aquel hombre de cabellos grises, ojos celestes y manos tan gruesas y ásperas como la corteza de un árbol antiguo; el hombre que me preparaba por las mañanas, antes de ir a los exámenes, el más rico café con leche que he tomado en mi vida. A veces durante el día, agobiada por tanta literatura o filosofía al estilo educación media, también tenía que salir de aquella sala y me sentaba a la puerta de la casa de Tati, bajo los tilos. Bajo los tilos que él había plantado estudié muchas tardes del diciembre del 85, a menos de un año de haber muerto mi madre, la hija de Tati; y los tilos me tranquilizaban, o yo así lo creía. Pero el comedor...el comedor...quisiera que este blog fuera para el que lo encuentre más como un tilo, más como las manos de mi abuelo, más como la ruda mojada mezclada con los jazmines de diciembre, mucho más que aquel comedor oscuro donde estudié cosas que ya olvidé.
.............................

La vanidad me resulta particularmente llamativa. Veo a mi alrededor a personas que simulan uno cierto abandono humilde, una cierta resistencia a vanagloriarse, una particular y enojosa manera de parecer sencillos, gente que...no puedo decirlo mejor que parafraseándolo, confiesan pecados pero no infamias, confiesan violencias pero no cobardías. Y como no hay peor cosa que partir algo que es bello entero, acá va su Poema en Línea Recta, para todos nosotros, semidioses.
Poema Línea Recta
"Nunca conocí a alquien a quien le hubiesen dado bofetadas.
Todos mis conocidos son campeones en todo.

Y yo, tantas veces bajo, tantas veces guarro, tantas veces vil,
yo tantas veces irreplicablement parásito,
indisculpablemente sucio,
yo, que tantas veces no he tenido paciencia para bañarme,
yo, que tantas veces he sido ridículo, absurdo,
que he ocultado los pies públicamente en las alfombras de la etiqueta,
que he sido grotesco, mezquino, sumiso y arrogante,
que he sufrido afrentas y callado,
que cuando no he callado, he sido más ridículo aún;
yo que les he sido cómico a las criadas de hotel,
yo, que he sentido el guiñar de ojos de los mozos recaderos,
yo, que he hecho vergüenzas financieras, pedido prestado sin pagar,
yo que, cuando la hora del puñetazo surgió, me he agachado
hacia afuera de la posibilidad del puñetazo;
yo, que he sufrido la angustia de las pequeñas cosas ridículas,
yo verifico que no tengo par en todo esto en este mundo.

Toda la gente que yo conozco y que se habla conmigo
nunca tuvo un acto ridículo, nunca sufrió afrentas,
nunca fue sino un príncipe - todos ellos príncipes - en la vida...
¡Quién me diera oír de alguien la voz humana
que confesase no un pecado, sino una infamia;
que contase, no una violencia, sino una cobardía!
No, son todos lo Ideal, si los oigo y me hablan.
¿Quién hay en este ancho mundo que me confiese que una vez fue vil,
Oh príncipes, hermanos míos,

¡coño, estoy harto de semidiosees!
¿En dónde hay gente en el mundo?

¿Así que soy solo yo que soy vil y erróneo en esta tierra?

Podrán las mujeres no haberlos amado,
pueden haber sido traicionados - ¡pero ridículos nunca!
Y yo, que he sido ridículo sin haber sido traicionado,
¿Cómo puedo yo hablar con mis superiores sin titubear?
Yo, que he sido vil, literalmente vil,
vil en el sentido mezquino e infame de la vileza."

Fernando Pessoa

El sentido

Crear un blog fue un pretexto extraño para volver a encontrar a ciertas personas que dejé de ver hace tiempo. No son personas particulares, con un nombre y un apellido, aunque también pueden serlo; son más bien cierto tipo de personas que conocí una vez y de las que luego me alejé. He mantenido una distancia, al principio prudente, luego más contundente, finalmente absoluta con un mundo que formó parte alguna vez de lo que era mi vida: noche, encuentros, hablar de poesía y filosofía, música y poesía, qué se yo. No puedo determinar exactamente los motivos, o podría talvez si escribiera muchísimas, muchísimas páginas, pero he de decir que el rasgo que más me caracteriza desde hace bastante tiempo es la pereza. Creo que de los capitales, y no porque me importe mucho el juicio de una religión con la que no comulgo, el pecado que más me distingue es la pereza. Ahora lo digo con seriedad y hasta tristeza, aunque durante mucho tiempo costó aceptarlo. Parece un pecado tan poco atractivo, tan falto de sensualidad; no puedo imaginar a dónde colocan en el infierno a un perezoso. Un perezoso es alguien que pudo pero no quiso, pero en vez de decir "no quiero" dijo "no puedo", o en vez de decir "me da pereza" dijo "me da tristeza". He dejado de hacer innumerables cosas, entre ellas dejar de ver gente, de llamarla, de contactarla, de encontrarla, sólo por pereza. Claro, puedo alguien interpretar en mi comportamiento motivaciones más complejas: depresión, miedo a la pérdida, quien sabe, hay bastantes psicología en el asunto, pero el resultado es que, a la hora de levantar el teléfono o de tomar un ómnibus o de hacer algo, yo prefiero quedarme sentada acá pensando...no, mentira, casi sin pensar, dejándome ir. Claro, este asunto de las relaciones, los vínculos, a la larga contamina toda la vida; en definitiva el rasgo más llamativo, sobresaliente y que genera un verdadero plus en la vida de los hombres es la colaboración, el diálogo, la comunicación, y mantenerse al costado ocasiona pérdidas en todos los frentes, no solo emocionales, también laborales, domésticos, profesionales, y un largo etcétera que tengo pereza de enumerar. Bueno, lo cierto es que he percibido, debo ser bastante ingenuapor no haberlo pensado antes, que no voy a recibir ninguna respuesta en el blog si no aviso a alguien que lo tengo o si no me meto a otros blogs para participar; es decir, también cibernéticamente es necesaria la participación para obtener alguna respuesta del mundo. Creo que esperaba, como espero casi todo, que sucediera una suerte de milagro de azar que hiciera que, por no se cuales medios o motivos, ciertas personas del mundo encontraran mi blog y quisieran intercambiar con él alguna cosa, y yo así, reunirlos nuevamente en este lugar tan poco definido. Visto que esto no sucederá, o que sería muy extraordinario que sucediera, voy a ver qué hago, tengo tanto cansancio...diría Pessoa "siempre una cosa tan inútil como la otra, siempre lo imposible tan estúpido como lo real".
Si fuera por mi, leería todos los días La Tabaquería , sólo para comprobar que alguien entendió esto de lo que hablo: mural.uv.es/jocaji/pessoa.html

lunes, 28 de abril de 2008

Violencia

La noticia del tal Fritzl, el austríaco que secuestró a su hija durante 24 años, no me causó sorpresa. Si leíste a Tomas Bernhard no te causa sorpresa. La violencia que describe T.B anticipa esa locura, agazapada entre las montañas, rodeando a los buenos vecinos de un pueblo de casas grandes y jardines frondosos. La tranquilidad prendida con alfileres, la bonomía enmascarando el sadismo, la familia escondiendo secretos, secretos de lascivia, secretos de incesto, de tabúes rotos y leyes corrompidas. No me causó sorpresa pero igual, igual que al leer a TB, sentí miedo del hombre, del Hombre. Más que miedo, asco, nausea. Ganas de estar "lejos y sola pero completamente armada". Cómo se llama la ciudad donde vivía el hombre? Amstetten. Altensam la de Corrección de T.Bernhard. Unos días después encontré esta foto, además de que los gatos me parecen unos animales bellísimos me pregunté ¿quién tomó la foto?, a quién se le ocurrió el chiste?. Y después quise sacar la foto porque pensé estar haciendo apología de lo que justamente criticaba y no sé cómo mierda sacarla. Apenas encuentre el modo la saco. O queda ahí, quien sabe para qué.

sábado, 26 de abril de 2008

Ambulantes

Ayer subí al ómnibus y había un viejo, muy viejo, vendiendo innumerables artículos. Llevaba a cuestas una gigantesca tabla de la que colgaban pañuelos de papel, gomitas para el pelo, barajas españolas, hilos y agujas de coser, pastillas y caramelos, tijeras, pilas, curitas, peines, alicates...Se recostaba contra uno de los asientos, intentando mantener el equilibrio, con su tabla, en las curvas del camino;, como un surfista, un surfista anciano en un mar embravecido. Como apenas tenía dientes era difícil entender lo que decía pero todo lo vendía, según él, más barato que en los kioskos, a la mitad del precio del mercado.

Cuando el viejo bajó, en la misma parada, subió el payaso. Joven, también sin dientes, vestido de negro, con lentes sin vidrio y gran sonrisa. Se metió con la gente y leyó un informativo que llevaba escrito: "el dolar no subió, sigue costando un dolar", "a continuación los precios de la bolsa: bolsa de nylon $ 2, bolsa de arpillera $ 5...", y así, entre carnavalero y juguetón. Pasó la gorra y bajó.

Bajó y ahí, en la misma parada subió el violinista. Un rubio integrante del grupo Los Casal que a menudo he visto en los ómnibus tocando la flauta subió esta vez con su violín. Se fue del ómnibus con su ritmo gallego y dejó en el aire una tristeza. Una tristeza de violín/payaso/viejo, una tristeza de que la caña sepa a agua y sigamos así, a la deriva.