domingo, 12 de octubre de 2008

En octubre

En octubre no recuerdo si los durazneros y ciruelos del fondo ya habían florecido . La parra seguro estaba mustia, colgada entre los hierros de la verja que rodeaba el balconcito y el gallinero ya sin bichos. En octubre no recuerdo si el limonero todavía tenía frutos, si el pomelo continuaba engañándonos con ser un naranjero, ni si el níspero ya me había rozado con sus hojas de araña vegetal. No recuerdo, tampoco, cómo era exactamente el camino de los árboles por los que tantas veces anduve.

Recuerdo sí, siempre, las flores allá al final del fondo, las flores amarillas de largos tallos duros, como calas, que crecían en octubre y de las que mi madre decía con seriedad de fabuladora experta: nacen para tu cumpleaños.

Y las poníamos en un frasco con agua, sobre el mantel de hule, y todo parecía hecho especialmente para mi, como si la naturaleza me regalara cada 29 de octubre un ramo de flores. Flores que nunca volví a ver, flores contra el alambrado al final del fondo de mi infancia.
......................
Un octubre vino. Faltarían pocos días para mis quince años. Le abrieron la puerta de calle pero lo dejaron esperando en el descansillo, antes de la puerta cancel con cortinas de voile anaranjado. Él no podía entrar a la casa. Desde que yo tenía un año él no podía entrar a la casa. Vino y pidió para hablar conmigo. Alguien me avisó, talvez mi madre: quiere hablar contigo. Y yo fuí hasta la puerta . Lo recuerdo joven y viejo al mismo tiempo; gris, cansado y extraño. Dijo: te traeré un regalo. No sé que más. Dijo eso, te traeré un regalo. Nunca lo besé, nunca lo toqué, nunca lo abracé. Jamás. Lo ví cientos de veces en la calle, en las entradas de los comercios cerrados de Carlos María Ramírez; lo ví cientos de veces como un bulto; lo ví cientos de veces esperando que no me llamara, que no me mirara, que no me diera tanta vergüenza, ni tanto miedo triste. Nunca nos acercamos. Soñaba que hubiera una equivocación, especulaba secuestros, adopciones, errores hospitalarios que explicaran algún día el error de nuestro lazo intenso e invisible. Aún no ha llegado la confirmación de eso; es más, cada día que pasa siento con más certeza que aquel hombre abandonado y abandonante era el verdadero, que no hay otro.
El regalo no llegó. ¿Lo espero todavía? Quien sabe. Voy a cumplir cuarenta en pocos días...Habrá comprado el regalo y lo habrá perdido? Qué sería? En octubre siempre pienso cómo habría sido si él me hubiese traido aquel regalo.
-----------------

viernes, 3 de octubre de 2008

Humo

Como un vacío. Como un blanco. Como si hubiese humo. Como oxidado. Como espeso. Como trancado. Como si estuviera ahí escondido pero no saliera, se negara a salir. Y la convicción de que alguna vez estuvo fuera, lleno, fresco, destrancado y hoy está así, ¿cómo? y no poder explicarlo. No tener palabras para esta distancia, esta dificultad, esta tristeza, este miedo, esta sensación de que dentro de la cabeza se coló un bicho que mueve las alas y enreda las neuronas. Y a veces duerme, el bicho, y el agua corre, y las ideas fluyen. Pero las más veces está despierto, en ocasiones aleteando con desgano, otras con esmero, desesperadamente, tirando las estanterías, desordenándolo todo. Podría buscar nombres parecidos pero me asustan, así que lo dejo ahí, como si su anonimato me salvara. Una bocanada de aire de palabras.