miércoles, 18 de febrero de 2009

Tatuaje

La mujer tendrá unos cincuenta y cinco, sesenta años. Mientras espera para bajar del ómnibus descubro, sobre su brazo flácido, el tatuaje.
Prendida a la piel arrugada y sin firmeza, la mariposa de tinta oscura cuelga sin hermosura.
Hay una cierta crueldad en esa marca antigua, señal de un tiempo de juventud, talvez de rebeldía, de animarse a sufrir por la belleza; un tiempo de mariposas vivas sobre brazos musculosos y pieles lisas.
Melancolía de mariposas muertas bajando por la escalerilla metálica del ómnibus justo un lunes a las diez.